Muchos sabemos que tenemos compañeros de evolución del otro lado de esta realidad. Algunos le llaman ángeles, otros protectores, guías, etc. Yo los reconozco como amigos. Amigos que nos acompañan desde esa dimensión sin tiempo y con los que compartimos una historia evolutiva de amor, respeto y comprensión.

La amistad es el mayor bien que tenemos en el cielo y en la tierra. Sé cuántos amigos tengo en ambos lados, y no son pocos. Podría decir que soy afortunada pero la verdad es que las amistades que conservo son la suma de
todos los que acogieron y entendieron bien mi auténtico hacer en la relación. Me quedo con las mejores personas, y conozco a muchas.

En estos últimos meses he tenido pruebas de ello y me siento verdaderamente acompañada. Creo en el ser humano y creo en los seres que, silenciosamente, desde otras dimensiones apuestan por nosotros. Es curioso, pero estoy teniendo nuevas señales de mis amigos materiales e inmateriales. Los primeros se expresan solidarios con palabras y acciones y los segundos, se introducen en silencio en mi corazón apoyando mis decisiones. Son unos maestros de la energía y me hablan cada vez más claro. Tengo que decir también que necesito ahora más la presencia de mis amigos de la Tierra y que estoy construyendo con ello fuertes pilares.

Los amigos del cielo están disponibles cada vez que los solicitas y no les hacen falta muchas explicaciones, basta con llamarlos. Ellos respetan tu espacio de acción, así que no necesitamos que estén encima nuestro. De cualquier manera, entender bien la amistad requiere de un buen entendimiento de lo que en el fondo de cada uno hay, requiere de una afinidad y de un respeto en las diferencias y requiere de encuentros gratos y sinceros en cualquier dimensión del tiempo y el espacio.

En un mundo cada vez más individualista hemos llegado al momento de reforzar los lazos humanos de la amistad. Pensemos en ello y atrevámonos a confiar en que somos muchos los que, como digo, compartimos una historia evolutiva de amor, respeto y comprensión.